Escalada al Eiger


Publicado en: Cuadernos del Valle del Asón.-Nº 1
( Diciembre 1996 - Página 13-15 )

¡¡Que nos vamos "p’al" Eiger, "pimo"!!

Así recuerdo al "jabato" dando apretujones a todo el mundo con la mirada extasiada. Y no es para menos; el Eiger.
Nombre mítico para los escaladores. Suiza, los Alpes, el Eiger. Desde Ramales es una kilometrada. Más de 12 h. de coche hasta la frontera con Suiza, pero merece la pena. Cruzar la frontera entre Chamonix (F) y Martigni (S)es un espectáculo que bien merece el viaje: el Mont Blanc, el Dru, la Verte, el glaciar de la Mer de Glace, y desde lo alto del puerto mirando hacia Suiza, el Oberland y el Valais. ¡Menudo país tienen los suizos! Impecable.


Hasta el desorden está ordenado en este país. Pero a mi parecer la prosperidad, la buena educación y la libertad de la que han disfrutado siempre los suizos han hecho de ellos unas personas estáticas, aburridas, condicionadas en exceso por las normas de la buena conducta. Aquí hay poco sitio para la imaginación y la fantasía. Un país en el que se mezclan tres culturas (Francia-Alemania-Italia) y que parece haber cogido lo peor de cada una de ellas para crear su propia idiosincrasia Un exagerado gusto por el orden (de los alemanes) un chovinismo que supera en mucho al gabacho (de los franceses) y una patológica dependencia del dinero (de los italianos).

Pero para un escalador es un país ideal. Pues si la gente no es en absoluto amable (al menos con los turistas "tiradillos" como nosotros), la naturaleza se muestra, en cambio, generosa. Picos, paredes, glaciares, goulottes. De todo, y en medio, el Eiger y el Matterhorn (Cervino).Y nosotros nos queremos liar con el Eiger  (ogro en alemán), así que por la carretera de Interlaken subimos hasta Grindelwald. Llegando a este pueblo, en una curva de la carretera, se nos aparece el"ogro". ¡Menudo montañón!. Es una piedra enorme, negra, vertical, que se levanta amenazadora sobre Grindelwald. ¡Vamos que no me extraña que le llamen el "ogro"!.


En Grindelwald, los que salimos de Ramales, nos encontramos con el grupo de Madrid. ¡Como mola llegar a un sitio tan lejano y encontrarte a conocidos! aunque sabíamos que nos esperaban, pero es igual hace ilusión.
Los madrileños ya se habían informado sobre la vía y la "meteo" que nos prometía tres días buenos a partir de ¡ya!. Así que, ¡no hay tregua!; por la tarde preparamos todo el material de escalada y la comida para dos días en la pared. El día siguiente lo empleamos en subir de Grindelwald hasta la base de la pared.Es un día casi de relax pues subimos en el tren cremallera que atraviesa por debajo del Eiger y sube hasta el Mónch y la Jungfrau. Hay una parada justo en la base de la pared y no veas cómo nos miraban los turistas japoneses (todos los orientales son japoneses). Foto, foto y foto. Como si fuéramos astronautas, ¡estos "Philis"! Bueno, desde aquí la cosa ya se ve más clara. Tenemos todo el día y le dedicamos a estudiar la primera parte de la ascensión y a mirar "de reojo" la parte alta. ¿Ba, no parece tanto!.

¡Y comienza el lío!. Para empezar bien, nos hemos olvidado la comida destinada a la pared en Grindelwald, Y como no hay más "¡Contigo Tomás!". Para arriba con lo que hay - ya nos arreglaremos -. La primera parte de la escalada es un zócalo escalonado de III grado. Fácil y rápido. Ni siquiera nos encordamos para superarlo y atravesar un inclinado nevero que lo corona.


Al final del nevero si que empieza el jaleo. Primero atravesar la rimaya para alcanzar la pared (cosa que no es fácil) y una vez en ella comienza la auténtica escalada. Nos guiamos por una cuerda fija que veíamos colgando por una chimenea y lo único que hizo fue liarnos. Comienzo a subir por la chimenea (IV-V), sin seguros, con la mochila y las botas de plástico. ¡Que mal me veo y acabo de empezar! Totalmente liado me quito como puedo la mochila y la dejo colgando en la chimenea. 60 m. Más arriba salgo del lío y encuentro una buena repisa. Como no hay clavos (ni yo los he traído) me afianzo bien para que la banda suba por la cuerda a la que estoy atado. Empiezo a gritarles para que suban pero no parecen oírme. El caso es que yo siento presión en la cuerda y supongo que me han entendido. Total, que al cabo de un rato aparece por allí Pepino que ha escalado también la chimenea con otra cuerda pues no sabía si yo había llegado a lugar seguro o no. ¡Como no nos oíamos!

En cualquier caso, poco después estábamos todos por encima de la primera chimenea.Por encima nuestro una trepada delicada hasta un nuevo resalte vertical más alto aún que el anterior. Intentamos escaquearnos de él por la derecha pero nada....
Habrá que escalarlo. Otra chimenea como la anterior pero peor. Y también con una cuerda colgada. Eso sí, las cuerdas abandonadas meten miedo. ¡Cualquiera se agarra a una, con lo podridas que están! Así que Pepino instala en fijo dos largos de cuerda por esta chimenea, más larga y difícil que la anterior, por donde vamos subiendo los demás.


Hasta ahora está resultando mucho más difícil de lo que habíamos pensado (en la realidad nos habíamos equivocado de vía, pero eso lo supimos más tarde).
El ritmo de escalda estaba resultando muy lento y las dificultades técnicas superaban nuestras previsiones.
Pero aún así seguíamos hacia arriba confiando en que se suavizara la cosa. Y afortunadamente lo hizo. Superados una serie de chimeneas, difíciles y peligrosas, alcanzamos un terreno fácil, muy fácil, por el que progresamos andando tranquilamente. Al final de la tarde habíamos ascendidos unos 1.600 m. desde la base de la pared, por una reseña de una revista sabíamos que a esta altura había un buen sitio para vivaquear. Lo buscamos y, aunque no lo encontramos (íbamos de gafe en gafe), sí que dimos con una fuente de agua. Buen sitio para pasar la noche. Cada cual se montó su vivac; alguno con una idea muy particular sobre lo que es un vivac (el jabato se cabo una "tumba" y se metió en ella).

Del vivac a la cima nos restaría unos 600 o 700 m. no demasiado difíciles (esperábamos) pues habíamos localizado la vía original. Así que al día siguiente y trepando, más que escalando, fuimos progresando camino de la cima. Y aunque era una trepada fácil no hay que olvidar que por debajo nuestro teníamos más de 1.500 m de "salto hasta el suelo. Y os aseguro que, aunque no era vertical, si te caes en cualquier punto de esos últimos 400 m. no paras hasta abajo.El caso es que como no era difícil subíamos cada uno como podía, sin atarnos unos a otros. Eso hasta el último resalte. Éste si que era espectacular. Corto pero ambientado pues desde él podíamos "controlar" toda la Pared Norte y eso sí que es un tapión. ¡Qué miedo solo mirarla!, aunque la viéramos desde arriba. Superar este último farallón no nos creó mayores problemas y 100 m. más arriba (muchos, muchos resoplidos más arriba) estaba la cima.
La cima del Eiger ¿Quién nos lo iba a decir a nosotros? Abrazos, risas, fotos vaciles. Allí estábamos todos, cansados pero supercontentos y sobre todo, muy unidos. Éramos colegas. Pero la cosa no acaba en la cima pues hay que bajarse.

Encontramos una línea de clavijas para rapel por donde bajamos muy  rápido  y  muy  seguro  los  primeros 400 m. Yo iba temiendo el descenso por las chimeneas de abajo pues no vi rápeles montados al subir y el tiempo, muy bueno en la cima, se iba poniendo muy mal, y mal en los  Alpes es  MAL. Pero afortunadamente bajando dimos con la vía por la que queríamos haber subido y no hizo falta rapelar las odiosas chimeneas. Una  larguísima  destrepada hasta el nevero y el zócalo del principio. Ambientada con el inicio de la tormenta que los suizos y su "meten" nos prometieron (hasta para eso son puntuales).

En fin, nos trajimos un poco del Eiger para Ramales y dejamos un poco de nosotros mismos en él.
Buen cambio. El año que viene nos veremos en el Cervino.



articulo - Chue
Publicado en: Cuadernos del Valle del Asón.
-Nº 1  - Diciembre 1996 -  Páginas  13 – 15.



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